jueves, 3 de noviembre de 2011

 NUESTROS DERECHOS

Conduciendo tranquilamente entre dos pueblos de Mallorca, mi tierra, me he apercibido de una obviedad, que por tal, me pasaba por alto; los campos adyacentes a la carretera, están en su inmensa mayoría sin cultivar, es más, los almendros, árboles  emblemáticos de nuestra comunidad, y que antaño suponían el dinero en efectivo de los agricultores, están todos con su cosecha intacta pudriéndose en los árboles.

Atrás quedan los tiempos, en que los de menos recursos, mujeres sin tierra con niños pequeños, solicitaban a los aparceros de las fincas, que les dejasen repasar los almendros ya cosechados y que les suponían, tras una jornada sin más límites que la capacidad visual, un miserable kilo de almendras olvidadas por los recolectores, o quienes subsistían apacentando una o dos cabras por los márgenes de los caminos públicos. A base de aprovechar al máximo los recursos disponibles, se construyo la España próspera de hace dos días, tan distinta de la de hoy.

Ahora, de entre los que se quejan de las penurias causadas por la falta de ocupación, muy pocos saben como antaño, buscarse la vida, sobrevivir por iniciativa propia, alguien tiene que ocuparse de nosotros, nuestros padre, el Gobierno, quien quiera que sea, tiene que garantizarnos los derechos que nos son inherentes, los que vienen dados por la Constitución: derecho a un trabajo digno, derecho a una casa digna etc. Todo esto está muy bien, pero los derechos no existen en abstracto, los derechos siempre son frente a otros que son quienes los dan, así, siendo cierto que tenemos derecho, por ejemplo, a unas vacaciones pagadas, difícilmente podremos ejercerlo si no trabajamos por cuenta ajena, puesto que si trabajamos por cuenta propia, no tendremos quien nos las pague.

Así pues, ante la crisis que padecemos, y por muchos derechos que tengamos, si a papá Estado, se le terminan los recursos y no puede siquiera pedir prestado porque ya nadie nos fía, difícilmente vamos a salir de la penuria si nos quedamos sentados a esperar que las cosas se arreglen, o saliendo a la calle a reclamar unos derechos que nadie nos va a dar porque aunque existan no hay pagador.

Los campos abandonados, las cosechas sin recolectar, son tan solo una muestra de la incapacidad de reacción de nuestra sociedad de la subvención, del desprecio por el esfuerzo, del adoctrinamiento imbécil de algunos partidos, en fin de la pérdida de la lucha como cultura.

Con estos mimbres, como vamos a salir de esta crisis. Saldremos seguro, pero algunas cosas deberán cambiar.

No es broma

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