La
disciplina de voto,
negación de la democracia
En mi comunidad: Baleares, un parlamentario autónomico
del PP, Antoni Pastor, ha sido expulsado del partido por oponerse a la supresión de la obligatoriedad de hablar catalán para acceder a la función pública. Por otra parte,
la portavoz del Grupo Parlamentario Popular, Mabel Cabrer, ha declarado que Pastor
"debería dejar el escaño, las siglas están por encima, formamos parte de
un proyecto colectivo, y las actas y los escaños, aunque legalmente sean
personales, moralmente y éticamente pertenecen a las siglas del partido".
Aunque
soy completamente contrario a las ideas de este parlamentario, pues creo que el
catalán debe ser un mérito para el acceso a la función pública, pero nunca una
condición, como estaba legislado hasta ahora, me parece vergonzoso que la
portavoz del PP, se aferre a la moral y a la ética para proclamar que las actas
de los parlamentarios, son de los partidos y no de los diputados, en una
palabra, que los partidos están por encima de la Constitución Española.
Y es
que de tanto mangonear con los votos de los electores mediante la infame LOREG
(Ley Orgánica del Régimen Electoral General), los partidos, y además buena
parte de los medios de comunicación y de
la opinión pública han llegado a la creencia, de que las cosas son al revés,
que a los representantes, los eligen los partidos y no el pueblo. Y aunque sea
así en la practica, no deben olvidarse que ello es un fraude, que mas tarde o
mas temprano tendrá que solucionarse, y contrariamente a lo que la disciplinada
Sra. Cabrer dice, las actas y los escaños, moralmente y éticamente, pertenecen
al electorado y no a siglas ni partido alguno.
Algo parecido a sucedido a nivel nacional, la sanción que
ha impuesto el PP a media docena de senadores que han roto la disciplina de
voto en la discusión sobre las ayudas a la minería es difícilmente justificable,
resulta inmoral forzar el sentido del voto, como ha sido el caso. No por casualidad quiso
el legislador que el escaño se atribuya a la persona y no al partido bajo cuyas
siglas concurre a las elecciones. Una cosa es que los partidos políticos exijan
coherencia en asuntos de base ideológica, y otra bien distinta que castiguen a
quienes, en asuntos puntuales, anteponen su fidelidad hacia el votante, porque
no puede haber democracia cuando se obliga a votar en contra de la conciencia
de quien se supone defiende los intereses de su electorado.
Deberíamos acabar con los partidos
digitales, sin democracia interna, con estos
sistemas traídos del frío, pero aceptados por todos, que impiden el normal funcionamiento de lo que se supone es una democracia, deberíamos valorar en el futuro esos comportamientos y
votar a quienes ofrezcan una regeneración democrática, como por ejemplo UPyD.
No es broma