viernes, 21 de abril de 2017

 NEVEREDUMS
Una de las razones para cuestionar la pena de muerte donde existe y a la vez hay libertad de expresión, es la irreversibilidad de la muerte; una vez ejecutada la pena, ya no se puede dar marcha atrás por mucho que se descubra que el autor del crimen fue otro, o sea que se engañó al jurado y al juez que lo condenó.

Pero no, el artículo no versa sobre la pena de muerte, sino sobre la engañosa apariencia democrática que se quiere dar a los referéndums de no retorno, y llamo referéndums de no retorno a aquellos en que una de las partes tiene derecho a reclamar que se repita la consulta hasta que salga el resultado deseado, llegado el cual, éste se convierte en firme y definitivo.


Así por ejemplo, en los referéndums independentistas, una vez que sale el “no”, siempre les queda a los partidarios del “sí”, la posibilidad de esperar unos años, o a que cambien algunas determinadas circunstancias, para volver a plantear otro referéndum, y después otro, hasta que salga lo que los promotores pretenden, momento en que la decisión se convierte en irreversible y ya no hay mas consultas sobre el tema. Los británicos, muy acertadamente lo llaman “neverendum”.


Si algo tiene la democracia, es que los resultados de unas votaciones, nunca son definitivos, el votante puede cambiar su voto en una próxima elección si cree se equivocó en la anterior votación. Así pues, y por ejemplo, quien tras dar un golpe de Estado,  se somete a referéndum, no queda legitimado democráticamente, si es para mantener el Poder para siempre y sin compromiso de convocar elecciones.


Uno de los principales valores de la democracia, es que los resultados de las votaciones, siempre pueden ser enmendados por una votación posterior. Para mí, si no se cumple el requisito de reversibilidad de lo votado, la votación es dudosamente democrática.


Ahora mismo, en el Reino Unido, los que plantean la posibilidad de un nuevo referéndum sobre la salida de la UE, son atacados por un gran sector de la prensa como saboteadores de la democracia, y ello aunque el referéndum del Brexit,  ganado por quienes deseaban la salida, dejó a un 48% de opositores que deseaban quedarse. “El pueblo ha hablado ya” dicen, plantearlo otra vez iría contra las reglas de la democracia.


Parece ser que en estos casos, el pueblo no tiene derecho a rectificar, y eso es lo que es verdaderamente una carencia democrática. El pueblo nunca habla “ya”, el pueblo habla “de momento”, y según el momento, ya habrá otro momento en que pueda decir lo contrario. 


Claro que habrá quien diga que siempre habrá que tomar decisiones que son difícilmente reversibles, y no les falta razón, pero para ello ya se inventaron las mayorías cualificadas. No puede ser que una decisión que pueda cambiar el rumbo de una nación, posiblemente para mal, pueda ser tomada por mayoría simple y con diferencias porcentuales de un dígito.


Si para el simple hecho de convocar unas elecciones anticipadas se necesita en el Reino Unido un voto cualificado de tres cuartas partes de los parlamentarios ¿Cómo es posible que para abandonar la UE, institución que ha garantizado el periodo más largo de paz y prosperidad que jamás  ha habido en Europa, basten 2 puntos porcentuales?.

Lo mínimo que se puede pedir cuando se plantea un referéndum irreversible – que no debiera plantearse nunca- es una mayoría cualificada, e incluso, si pudiera ser, una edad mínima de los votantes que reflejase un mínimo de madurez y capacidad de reflexión; claro que esto ya es más complicado, pero de ninguna forma que se rebaje la edad de voto como piden los independistas catalanistas, si fuese a haber un referéndum sobre la independencia, que todo apunta a que no mientras no manden los que no deberían mandar.

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Así que a los referéndums irreversibles, a mayoría simple, les sobra lo de democráticos, sin olvidar que el referéndum ha sido siempre el instrumento de legitimación de los dictadores.


No es broma