martes, 14 de agosto de 2018

REPETIR LO OBVIO

Cuando era niño, la gente de pueblo como yo, no tenía nada superfluo, no había ni tele, ni frigorífico, ni agua corriente, ni siquiera era normal tener un cuarto de baño,  no nos considerábamos pobres, comíamos más o menos adecuadamente y siempre había pan y algo que poner encima para merendar, teníamos techo y ropa que ponernos, pero ni un duro en el bolsillo, era lo que había.


Los domingos íbamos al cine, y veíamos aquella gente americana, con coche, casas enormes con cocinas y frigoríficos eléctricos, y sentíamos envidia, o más bien ambición de ser como ellos, no sabíamos si jamás íbamos a alcanzar tal nivel de vida.


Al final lo conseguimos, tenemos todo lo que tienen los americanos y todos los países desarrollados del mundo. Lo conseguimos trabajando unos y emprendiendo otros; los más jóvenes, ahora se lo encuentran hecho y a los menos afortunados siempre les queda la seguridad de cierta protección del Estado.


Lo que tenemos, no es un derecho universal, sino un logro, los derechos universales son básicamente el derecho a la vida y poco más, todo lo demás tiene que conseguirse tanto a nivel individual como en comunidad. La solidaridad está limitada a los medios disponibles y cuando esos medios están ya ampliamente sobrepasados para poder tener el grado de protección estatal de que gozamos: sanidad y enseñanza gratuita, pensiones no contributivas, subsidios, dependencia etc. Poco queda para solidaridad con otros pueblos.


Así de cruda es la realidad: para ser solidarios con otros pueblos del mundo, para dar a quien llega espontáneamente todo lo que tenemos nosotros, no queda más remedio que detraerlo de la gente de nuestra comunidad, salvo que quien llega vaya a producir medios para todos, lo cual es prácticamente imposible ya que lo que sobra es mano de obra básica, y mucho más que va a sobrar dada la velocidad en que la automatización va avanzando, salvo que se trate de gente cualificada, que  no es el caso.


Me cuesta creer que todas esas personas especialmente los que se llaman de izquierdas, estuviesen dispuestos a tener que pagar por sus medicinas o por la enseñanza de sus hijos, aunque no fuese mucho, para poder darbeneficios sociales a todos los que llegan sin más bagaje que sus manos.


Ni España, ni Europa, pueden acoger a todo el que llega sin que sus ciudadanos renuncien a parte o a toda su protección estatal, pues de todos es sabido que como más grande es el divisor más pequeño es el cociente y si tenemos en cuenta la magnitud de la pobreza en el mundo llegaría un momento en que dividendo y divisor serían equivalentes y la protección estatal sería  la misma que cuando yo era niño, o sea rozando el cero.


Está claro que no hay que dejar morir a la gente, porque como ya he dicho la vida es para mí el principal derecho, por ser el soporte de todos los demás. Quien esté en peligro de muerte debe ser auxiliado, pero una vez conseguido eso, no tenemos porqué meterlos en nuestra casa sino devolverlos a la suya salvo que allí peligre su integridad.


La verdad es que viendo las imágenes de todos los que llegan, no se ven síntomas de hambre ni de enfermedad, se ve gente robusta y sana algunos capaces incluso de saltar una verja de más de 10 metros y tras ello seguir con la suficiente fuerza para arrollar a los srvidores públicos que intentan detenerles.


Muchos llegan con smart phones, y según dicen, algunos pagan más de 5000€ para ser asistidos en su aventura por las llamadas “mafias”; estas cantidades en los países de los que proceden, dan para montar un negocio, o comprar algo de tierra. La salida de esos fondos en tal cantidad, empobrecen todavía más a sus países de origen y por lo tanto a los que allí se quedan, creando un círculo vicioso que provoca más miseria y mas emigración.


Los de mi edad, tal como he dicho al principio, veíamos en el cine como era el mundo en otros lugares y  creíamos tener derecho a ello, muchos emigraron pero pasando por la aduana y sin saltar verjas ni agredir a nadie. Los que nos quedamos, estudiamos, trabajamos, respetamos el orden existente y fruto de ello tenemos lo que tenemos aunque quizás en precario.


Sería bonito que toda esta gente pudiese integrarse, pudiese llegar por la frontera con un permiso de trabajo y cooperar con nosotros, pero como ya he dicho, eso no es posible, no podemos acoger a un continente, ni nosotros ni el conjunto de la UE y por lo tanto, tampoco hay que esperar mucho de ellos, porque al final, cualquiera que tenga dos dedos de frente no quiere poner en peligro lo que tanto costó conseguir.


Por mucho que algunos se hagan los “buenos”, al final la mayoría de los que votan, votaran a favor de quienes digan poder parar esta inmigración y eso nos llevará a la xenofobia no solo para con los de otras culturas, sino entre los propios países de la unión, como ya ha empezado a ocurrir, y a la desintegración de la UE, y ello sería catastrófico, ya hay síntomas.


En fin, hay que buscar soluciones, pero mientras llegan, que podría tardar muchísimo, habrá por empezar a cortar este movimiento enérgicamente. No hay más remedio, no estamos ante un movimiento de inmigración, sino ante una invasión, aunque sea pacífica, de momento, porque ya se está formando una quinta columna interior.


Seguro que se pondrían menos vidas en peligro. Nadie va a cruzar el Mediterraneo si tiene claro que no va a entrar.


No soy de extrema derecha, ni mucho menos, igual que no lo son ni Casado ni Rivera,  pero aunque se me tenga por egoísta, prefiero que suban las pensiones, o proteger a las futuras de mis hijos a dar beneficios a quienes llegan de esta forma.


Es repetir lo obvio.

No es broma

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